sábado, 18 de diciembre de 2010

Batablanca - Capítulo 8: Extraños en un microtúbulo

ANTERIORMENTE EN BATABLANCA: Una vez pipeteado hasta el eppendorf suspendido en la noria, Batablanca se encuentra con que Pistuno ha sido aniquilado por el mismísimo Jindetrés, que se le presenta allí mismo. Jindetrés resulta ser un antiguo compañero que traicionó a nuestro héroe y desapareció, siendo dado por muerto y reapareciendo bajo esta nueva identidad. Le pide a Batablanca que deje de intentar atraparle y se una a él en su secreta misión, pero nuestro héroe se niega. Jindetrés, iracundo, se decide a acabar con Batablanca, pero un repentino y vigoroso temblor del eppendorf provoca la huida del malhechor. Antes de poder ponerse a salvo, Batablanca es golpeado súbitamente y se desvanece (Capitulo 4: "Ni tú ni yo somos héroes"). Horas después, despierta en lugar seguro, para descubrir que su salvador había sido nada más y nada menos que Malina. Antigua amante y motivo de discordia entre Batablanca y su anterior compañero, Malina dice seguir sintiendo algo hacia Batablanca, y justifica el haberle abandonado como una forma de protección motivada por la reaparición de Jindetrés y sus amenazas. Incapaz de decidir si puede fiarse de ella, Batablanca se ve arrastrado de nuevo a los brazos de la arrebatadora proteína (Capitulo 5: Protéine fatale). Más tarde, reunido con Bam en la taberna de Sac, Batablanca cuenta cómo su antiguo compañero de misiones intracelulares, Exbauno, perdió los estribos cuando Batablanca se enamoró de Malina. La seductora proteína había interferido entre los dos compañeros, y el inestable triángulo acabó con una pelea entre Batablanca y Exbauno, que fue equívocamente dado por muerto.  En realidad, Malina se vio obligada a ocultar que Exbauno seguía vivo (bajo la nueva identidad de "Jindetrés") por temor a las represalias de éste. Las revelaciones terminan con Batablanca afirmando que sólo pueden encontrar a Jindetrés si se fían de Malina, que les promete llevarles hasta él (Capítulo 6: Copas, revelaciones, y un desafío). Nuestros héroes son pipeteados en una transfección, y consiguen entrar en la célula gracias a la ayuda de JAK, un viejo colaborador de Batablanca. Sin embargo, su entrada no pasa desapercibida y una repentina activación del receptor, con la subsiguiente cascada de fosforilaciones, está a punto de acabar con ellos (Capítulo 7: Buscando a JAK).

Llevábamos un rato acoplados a las dineínas, viajando a velocidad constante por el citoesqueleto. A nuestra espalda, las consecuencias de la cascada se perdían en la distancia. El resplandor de las fosforilaciones se diluía en el citosol, avanzando hacia el núcleo, que todavía se hallaba lejos. Viajábamos en silencio, sumidos en nuestros pensamientos. También nos adentrábamos en la célula, pero no teníamos muy claro dónde deberíamos bajarnos y empezar a buscar. Me giré y observé, con disimulo, a Malina. Se hallaba cabizbaja. Me pregunté si se habría dado cuenta de que, una vez más, me la estaba jugando por confiar en ella. El reciente accidente atravesando el canal de membrana no había sido intencionado, pero de haber acabado de otra manera, ella nunca se lo hubiera perdonado. Bueno, al menos esto es lo que yo quería pensar que la atormentaba. Volví la mirada al frente, intentando decidir nuestro siguiente paso.

Pero evidentemente, no iba a ser yo quien tomase esa decisión. Un grito desgarrado me sacó de mis pensamientos.

Anticuerpos. Debí imaginarlo. Llevábamos demasiado tiempo dentro de la célula sin haber sido invitados, y nuestra presencia no había  pasado desapercibida. Mientras las inmunoglobulinas se cerraban en torno a Malina y la sacaban del carril de microtúbulos, maldije mi absurda confianza en que podríamos viajar sin problemas por un camino tan transitado. Afortunadamente, antes de que tuviese que intervenir, Bam entró en acción. Maldita sea, nunca agradezco lo suficiente la suerte que tuve de contar con Bam durante aquella aventura; había sido un  gran refuerzo durante todo el proceso de búsqueda de Jindetrés, por no hablar del apoyo moral que supuso poder contarle de un tirón toda mi historia con Malina. Pero además, en aquella ocasión demostró todo lo que un enzima de restricción puede llegar a hacer en una situación crítica: con su extremo amino agarró a Malina, eligiendo un parche de aminoácidos cargados de manera que la interacción fuera muy fuerte, casi covalente; con su extremo carboxilo se enredó entre los brazos de las inmunoglobulinas, haciendo que se separasen de la región RING de Malina. La confusión de epitopos fue demasiado para ellas, y mientras reorganizaban sus porciones hipervariables, Bam arrastró a Malina de nuevo hacia otro microtúbulo, partiendo velozmente en dirección contraria. No me fue dificil deducir este último movimiento mientras observaba el altercado, así que para cuando ellos se dirigieron al microtúbulo yo les estaba esperando deteniendo una kinesina que estaba a punto de encarrilarse, de modo que partimos todos juntos. Malina se estabilizó y respiró aliviada. Bam me miró sereno, esperando el gesto de aprobación que por supuesto le dediqué. No necesitamos hablar más. Por todos los Genomas, qué gran equipo hacíamos.

El microtúbulo por el que circulábamos nos llevaba directos a un repliegue del retículo endoplásmico: era el lugar perfecto donde apearnos y decidir nuestro siguiente paso. A mi señal, Bam  ayudó a Malina a descender. Flotamos indecisos, ajenos al tráfico que sobre nosotros llenaba el citosol de proteínas recién sintetizadas  y un ir y venir constante de vesículas de clatrina. Por fin, rompí el incómodo silencio para decir en voz alta lo que todos evitábamos tener que discutir.

- Bien, aquí estamos. Y coincidiréis conmigo en que Jindetrés lo sabe - ambos asintieron -. Así que  estamos en clara desventaja, ya que no tenemos ni idea de por dónde empezar a buscarle -.

Bam carraspeó. Me alegró comprobar que no tendría que llevar yo solo todo el peso de la búsqueda.

- Y bien, amigo, ¿tienes acaso alguna idea?

- Verá jefe, sé que es difícil de creer, pero los indicios que tenemos no dejan lugar a dudas. Jindetrés se encuentra en el núcleo.

La afirmación cayó sobre nosotros como una losa. Evidentemente la idea había cruzado mi mente, pero me negaba a tomarla como una posibilidad seria. Las implicaciones eran demasiado terribles, y así se lo hice saber a mi compañero:

- Pero, ¿te haces una idea del nivel de influencia necesario para acceder al núcleo y quedarse allí escondido, como si tal cosa? ¿Un enzima de restricción a tan sólo unos nanómetors de todo un genoma, sin nadie que lo controle?

- Pero jefe, es la única explicación posible: precisamente ese nivel de influencia es el que se requeriría para controlar todo lo que ha estado controlando...

De nuevo las palabras de Bam nos pusieron los radicales de punta. Por el rabillo del ojo pude ver cómo Malina agachaba aún más la cabeza, hundiendo su semblante, cada vez más triste, en su encogida estructura terciaria.

- ¿Insinúas que es él quien está controlando lo que sucede en la célula? - contesté, para dejar que Bam desarrollase sus argumentos y diese el toque de gracia.

- Piénselo: una molécula de EGF, aparecida de la nada, ha interrumpido nuestra entrada; y vamos, no me tome el pelo, ¿de verdad piensa que unos anticuerpos anti-malina iban a estar actuando a nivel intracelular, así por las buenas? La conclusión es obvia, por muy terrible que nos parezca. Jindetrés está aquí dentro, controla los niveles de expresión génica, y con ello la comunicación intercelular.

Bam no era un gran orador. La tarea de exponer los hechos y decidir el siguiente paso siempre había sido mía. Soy muy bueno en ello. Pero esta vez, no puedo negar que mi compañero me había superado. Sentía como si la situación se me estuviera escapando. Había demasiados sentimientos en juego, demasiados recuerdos aflorando al mismo tiempo: Malina, Exbauno, la vuelta al interior celular... afortunadamente, Bam  era ajeno a estas distracciones.

- De acuerdo, no puedo negar que todo apunta en esa dirección. Pero si estás en lo cierto, no sé si estaremos preparados para...

No pude terminar la frase. Justo a nuestro lado, una protuberancia de la pared del retículo apareció de súbito, liberándose y golpeándonos duramente. Con un rápido movimiento abracé a Malina y me impulsé lejos de la vesícula, alejándonos del peligro. Pero Bam no fue tan rápido. El golpe le dio de lleno, y antes de que nos diéramos cuenta, la membrana le estaba engullendo, alejándose velozmente con nuestro amigo en su interior. Malina gritó, aterrada. Me gustaría decir que mantuve la compostura, pero todos mis átomos se estremecieron al ver la última arginina de Bam hundirse en la esfera que se alejaba.

Aparté a Malina a un lado y me lancé en pos de la vesícula. Con toda mi fuerza electrostática fui rebotando en todas las moléculas y orgánulos a mi alcance, pero la vesícula cada vez estaba más lejos. Por un momento estuve a punto de rozarla, pero justo entonces se liberó de parte de su cargamento, redujo su tamaño y aceleró hasta perderse en la lejanía. Con la rabia atenazando cada fibra de mi ser, proferí un alarido de desesperación. "No dejaré que te degraden, amigo mío", pensé, sintiéndome al borde de la derrota.  

Tardé unos segundos en recobrar mi entereza. Estaba acostumbrado a los contragolpes, por duros que fueran. Una de mis mejores virtudes siempre ha sido convertir la rabia en una increíble fuerza motriz, capaz de hacerme triunfar en las situaciones más desesperadas. Y con la rabia que acababa de acumular... bien, no podía menos que compadecerme del desgraciado que iba a pagarlas todas juntas. Ajusté mi sombrero, abroché mi bata y salté sobre un microtúbulo. Fui rebotando de transporte en transporte hasta acercarme de nuevo al retículo, donde Malina seguía acurrucada y visiblemente alterada. Un último salto me plantó en una de las circunvoluciones, desde donde podía ver la cúpula del núcleo asomando, gigantesca, invitándome amenazador. Estaba a sólo unos pasos de poder enfrentarme a Jindetrés. Imaginé que podía escucharme, y aunque no hubiera sido así, no importaba. La rabia y el dolor me dominaban. Me erguí sobre todos mis aminoácidos y lancé mi desafío:

- ¡¡ Jindetrés, sal !!

Continuará...

4 comentarios:

  1. Qué peligro tiene esta Malina con esas curvas terciarias. En qué acabará esa vesícula con Bam. Dudo que salga Jindetrés... Cómo entrará la parejita... De momento les tocará comer el turrón en esa turbulenta zona celular, me la imagino como un desolador paisaje volcánico inestable, lleno de surgencias, simas, explosiones, roturas, sismos...

    ResponderEliminar
  2. Qué bien lo has descrito Di, me alegra ver que estoy consiguiendo crear una buena atmósfera pre-clímax... después de las fiestas navideñas los últimos capítulos vendrán más seguiditos (al menos eso intentaré), no pierdas la pista.

    ResponderEliminar
  3. Reconozco avergonzada que hasta ahora no había leído este último capítulo...no tengo perdón, ¡con lo emocionante que está!

    Casi me salta una lagrimita al pensar en Bam alejándose dentro de la vesícula...

    ¿Cómo acabará todo esto, Dr. Litos? ¡¡¡¿Cómo?!!!

    ResponderEliminar
  4. No tengo excusa para justificar mi demora, pero el aviso de que la finale está cerca (y con intención de disfrutarla en directo) POR FIN me he puesto al día con Batablanca.

    A destacar, como ya han hecho otros, la gracia y el salero que tienes para narrar, ora novela negra, ora relatos lovecraftianos (en otras ocasiones) combinándolo con el humor festivalero (se me ponen las cisteínas de punta al acordarme) y tronchante con el que al menos a mí me tienes cautivado. ¡Imposible volver a ver de la misma forma un laboratorio! ¡Imposible volver a pipetear como si tal cosa, sin pasar por la incertidumbre de qué aventuras estaremos provocando! Y por supuesto, habrá que ser mucho más comprensivo la próxima vez que no salga una PCR. Por algo será.

    Ha habido varios momentos sublimes, y tengo que decir que están especialmente en los últimos capítulos (será que la experiencia es un grado): 1) La escena amorosa entre dos proteínas es buenísima, es realmente sexual, y teniendo en cuenta que hablamos de dos proteínas eso es para quitarse el sombrero. 2) La escena de la entrada en la célula, cuando JAK se pone a fosforilar peligrosamente, muy emocionante y 3) en este último capítulo, con la tensión al máximo, ese glorioso final, ese alarido de Batablanca que me estaba esperando ¡Jindetrés, sal!

    ¡Bravo! ¡A rematar la faena!

    ResponderEliminar

Como dijo Ortega y Gasset, "Ciencia es aquello sobre lo cual cabe siempre discusión"...

¡Comentad, por el bien de la ciencia!